sábado, 8 de enero de 2011

IRLANDA - Del lago Owel a Dublín

CÓMO PASAR DE DORMIR CON LAS HADAS A USAR PENDIENTES


Las dos últimas noches he dormido en la maravillosa casa que la familia Rizzini tiene a orillas del lago Owel. Hasta esta mañana no he podido disfrutar lo maravilloso del paisaje ya que los dos días hemos regresado de noche cerrada y nos hemos levantado igual. Pero hoy si me he regalado una buena dosis de mirada y quietud durante un buen rato.


Buena parte del lago ya estaba helado. Me dicen que en Irlanda no nieva nunca gracias a que la corriente del Golfo de Méjico, de la que ya os he hablado, suaviza las temperaturas, pero desde que estoy aquí con lo que sí me he topado cada día ha sido con el hielo.


Ahora, desde los ventanales de la cocina, me caliento con un té y sigo los movimientos de los caballos que, bien abrigados, pastan en la orilla. A mi izquierda, algo singular. Aparentemente (ya os lo mostraré) un túmulo funerario cuyo origen no acierto a concretar, sin embargo, ese pequeño y, a todas luces, artificial montículo de tierra que se alza frente al Owel como si de un palco se tratara, es mucho más.


De todas las versiones que me han contado me quedo con la más fantástica y es la que os cuento. Ese montículo artificial está levantado allí, precisamente, por las hadas, sí, sí, habéis leído bien, las hadas. Ellas se fabrican estas elevaciones a la orilla del río para tenerlo cerca y, al tiempo, protegerse de él... Dado que, aunque ésa esa su casa, ellas se mueven con total libertad por cualquier parte de los bosques y campos, los irlandeses están convencidos de que nada de lo que los montes ofrecen, hablan de flores principalmente, puede ser cortado ya que es propiedad de ellas.


Nuestra anfitriona me cuenta que no consiguió que una chica que trabajaba con ella le recogiese unas flores para decorar la mesa, es más, uno de los árboles que se alzan en el montículo, presentaba una forma dantesca que a ella le recordaba a un hombre clamando al cielo. Bien, debieron localizar a un hombre que vivía en otro pueblo y que no conocía la leyenda (quizás un inmigrante) para que se lo talara. Consiguió a este valiente jardinero a través de un conocido local, pero éste nunca ha desvelado el nombre del osado campesino.


Si te descuidas, las hadas entran en casa, juegan a abrir y cerrar las puertas, hacen que te desaparezcan las cosas... ellas pueden, al fin y al cabo vivían allí mucho antes de que tú dejases de creer en ellas ¿no?... En cualquier caso, no he caminado sobre la hierba medio helada de los alrededores,no he querido que mis torpes pies tropezaran con alguna.


De las orillas del Owel a las del river liffey... solo una hora de coche... Dejamos las cosas en el hotel y nos vamos al centro. Me han hablado tanto del Temple Bar (Los templario y Yolanda, qué larga historia) que mi primera guinness la bebo allí.


(Dublín 7/01/2011)

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