lunes, 20 de enero de 2014

(Foto: Claudio Di Carlo)

MEMORIAS

La piel de serpiente

2013 ha sido un año tan grande que he estado a punto de perderme en él. Sabía de la dureza de la travesía, no soy de las que se embarcan sin haber estudiado las cartas y el cielo. Sabía que, aún decidiendo la ruta más segura, las tormentas y noches sin luna podrían retrasar mi llegada a puerto hasta hacerme creer que mi nave no era sino una fantasía, pero la mayor de las previsiones empequeñece cuando levas el ancla, miras el horizonte y dejas que el viento juegue a soplar las faldas de tú mástil.

Víveres y tesoros han compartido espacio en la bodega junto a lastre y falsas brújulas. A veces no se acierta con las baratijas que adornan las mañanas y cuesta desprenderse de ciertos momentos que ahora carecen de sentido, solo pesan y retrasan, pesan y desgastan.

Mecida en cubierta, jubón al pecho y espada a la cintura, emprendí una aventura acompañada de ideas, sueños, emociones y personajes, cuyas manos ayudarían a las mías a liberarme a desgarros de una piel que me atenazaba y oprimía, la piel de la serpiente.

Alicia y sus caderas destaparon el estupor. Mi cuerpo su cuerpo, mi boca su boca, mi voz  su vida, su fuerza, mi sombra. 

He recogido mi llanto en una trenza gruesa y firme, vestida de luto. He abandonado la oscuridad muda, fría y pétrea. He abierto carnes y muslos rebasando cuchillas y garfios. He oído sirenas y encallado. De cada playa abandonada he tomado guijarros para reforzar con tablas de piedra el tálamo que defiendo y oculto de salteadores, mendigos y buhoneros.

Qué grande y difícil. Doce asaltos sin tiempo. Plazos, venenos y mentiras. Pero hoy el arco iris colorea las mejillas de la verdad, de lo real.

La piel, cuando te la arrancas, grazna. Se aferra a pechos, espalda y rodillas. Te escupe sal o te llora tibia. Pero entre embestida y embestida, ganas resguardo en la costa.

… “dónde tiembla enmarañada la oscura raíz del grito”… el llanto reventado de la Madre viste de mujer a Alicia y yo apuro el suspiro enlucido que remata mi ajada vela Mayor, lo bordo de rutas, de estrellas y respiro.

Entre ébanos y jacarandas se pierden mis escamas mientras escuece la brisa y amanece.  No volveré a pedir tiempo a los gritos, ni volveré a pedir piedad a las coces, ni a estampar mi boca en tapias de cal enmohecida.



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