(Foto: Claudio Di Carlo)
MEMORIAS
La piel de serpiente
2013 ha sido un año tan grande que he estado a punto de
perderme en él. Sabía de la dureza de la travesía, no soy de las que se
embarcan sin haber estudiado las cartas y el cielo. Sabía que, aún decidiendo
la ruta más segura, las tormentas y noches sin luna podrían retrasar mi llegada
a puerto hasta hacerme creer que mi nave no era sino una fantasía, pero la
mayor de las previsiones empequeñece cuando levas el ancla, miras el horizonte
y dejas que el viento juegue a soplar las faldas de tú mástil.
Víveres y tesoros han compartido espacio en la bodega junto
a lastre y falsas brújulas. A veces no se acierta con las baratijas que adornan
las mañanas y cuesta desprenderse de ciertos momentos que ahora carecen de
sentido, solo pesan y retrasan, pesan y desgastan.
Mecida en cubierta, jubón al pecho y espada a la cintura,
emprendí una aventura acompañada de ideas, sueños, emociones y personajes,
cuyas manos ayudarían a las mías a liberarme a desgarros de una piel que me
atenazaba y oprimía, la piel de la serpiente.
Alicia y sus caderas destaparon el estupor. Mi cuerpo su cuerpo,
mi boca su boca, mi voz su vida, su fuerza,
mi sombra.
He recogido mi llanto en una trenza gruesa y firme, vestida
de luto. He abandonado la oscuridad muda, fría y pétrea. He abierto carnes y
muslos rebasando cuchillas y garfios. He oído sirenas y encallado. De cada playa
abandonada he tomado guijarros para reforzar con tablas de piedra el tálamo que
defiendo y oculto de salteadores, mendigos y buhoneros.
Qué grande y difícil. Doce asaltos sin tiempo. Plazos,
venenos y mentiras. Pero hoy el arco iris colorea las mejillas de la verdad, de
lo real.
La piel, cuando te la arrancas, grazna. Se aferra a pechos,
espalda y rodillas. Te escupe sal o te llora tibia. Pero entre embestida y
embestida, ganas resguardo en la costa.
… “dónde tiembla enmarañada la oscura raíz del grito”… el
llanto reventado de la Madre viste de mujer a Alicia y yo apuro el suspiro enlucido que remata mi ajada vela Mayor, lo bordo de rutas, de estrellas y
respiro.
Entre ébanos y jacarandas se pierden mis escamas mientras escuece
la brisa y amanece. No volveré a pedir
tiempo a los gritos, ni volveré a pedir piedad a las coces, ni a estampar mi
boca en tapias de cal enmohecida.