lunes, 13 de mayo de 2013

PENSAMIENTO



Yo quiero estar contigo
 
 
                                                                                       (Foto: Yolanda Cruz)




O de cómo creer en las palabras


Qué frase tan sencilla, ¿verdad?, yo  quiero estar contigo. Cuatro palabras con significados que no llaman a engaño, una sintaxis regular y un mensaje claro. Y la escuchas y pese a haber sido pronunciada en unos segundos para dar paso a otras palabras y a otras y a otras que ahora bailan en tus oídos y que, en vano, intentan acceder a tu cerebro, ellas continúan presentes desde el marco inexistente de un eco invisible.

A lo largo de toda mi vida, siempre me ha supuesto un notable esfuerzo entender que el uso que el otro hace de las palabras no siempre es similar al mío, es más, en la mayoría de los casos no lo es. De un modo indiscutible, este hecho enturbia bastante la comunicación entre ese otro y yo. La incomprensión no es la única consecuencia, a ella se suman la sorpresa y la incredulidad en algunos casos, la consternación y la inseguridad en otros y el desencanto y la tristeza en el resto. 

Abandonada a tiempo la costumbre adolescente de expresar cada una de mis opiniones y emociones, a ser posible en el instante justo en el que las estaba sintiendo, ya disfruto del placer de sentarme a escuchar y a escucharme. A menudo, puede sobrepasarme una bandada de palabras que azotan mi pelo como una ráfaga de viento, como vienen huyen porque no van dirigidas a mí, me desabrochan, dan la vuelta a mi paraguas, me despistan y me hacen llegar tarde pero no son para mí.

Otras veces, sí están destinadas a hacerme de pendientes y abro el paquete pequeño y rojo y me los prendo y sonrío al donador y le miro pero ya no le oigo, al verme reflejada en sus pupilas, descubro que esa no soy yo. Palabras y pendientes sin valor, ellas por haber sido dichas tantas otras veces, ellos porque no se engarzaron para engalanarme a mí, daba igual el rostro a enmarcar, daban igual ellos. Entonces te pesan.

También se propagan secuencias de palabras tejidas con seda, te rozan como un velo bordado de estrellas y dejas que acaricie tu espalda y el borde de tu cama. La oscuridad les confiere una veracidad que al alba se esfuma con la seda, los astros y el consuelo.

Hay palabras como pantalones que te sujetan la cintura, palabras como faldas que ondean sobre tus muslos y ascienden por ellos con la brisa, palabras como zapatos que te disfrazan y palabras como anillos, que, no forjados a medida, acaban por perderse.

De todas esas palabras ya se guardarme, no oculto mi deseo de que el final sea distinto, pero entre deseo y esperanza, me guardo. Sin embargo, de las que como un enjambre zumban y aletean dardos me es más difícil escapar,  sobre todo cuando la punzante intención atraviesa labios y risas desprevenidos e inocentes.
 
Quien esgrime el verbo envenenado a sabiendas de sus efectos merecería ser privado del don de la palabra. De sus labios las escupen a sus manos, y como si de tinta se tratase, empapan con ellas un punzón, herrumbroso y pesado. A cada golpe de martillo la carne se abre y en los huesos se graban todas aquellas palabras, una a una. A pesar de que adornas con tatuajes vivos las huellas de tanta ponzoña, una letra escarlata, un marca brillante y persistente te firma allá donde te mueves.

A base de escuchar quien soy he llegado a creerlo y a olvidar mi voz.  Los gritos por reiterados dejaron de ser estridentes para ofrecerse como el único silencio en el que podía escuchar el rastro de mis pasos. Siempre es mejor caminar un desierto de sonidos que tener que andar ocultando oídos y ojos a las cadenas selladas con palabras falsas, a los pendientes solitarios, a los anillos que se pierden. Pero entonces, desde ese asiento frente al tuyo te mira, empeña su aliento para detener el tiempo y dice “Yo quiero estar contigo” y, sin proponértelo sonríes a la certeza. Y te olvidas de los pantalones, de las faldas y de los velos bordados con estrellas.
 

Adiós - Mayo 2013




CINE, MUJER Y MUERTE. FUNERMOSTRA 2013



En su ensayo El amor, las mujeres y la muerte, [i]Arthur Schopenhauer afirma que “la muerte es el genio inspirador”  si bien, en el mismo trabajo 2 también deja clara su creencia de que las mujeres no podían sentir los ataques del citado genio  ya que “Solo el aspecto de la mujer revela que no está destinada ni a los grandes trabajos de la inteligencia ni a los grandes trabajos materiales”. Qué lejos se encontraba el filósofo  alemán del momento en el que las mujeres no sólo pondrían su intelecto al servicio de una inspiración semejante si no que serían capaces de emprender la tarea de esculpir su mirada con la ayuda del cinematógrafo y de mostrarla al mundo. 

Desde su incursión en la industria cinematográfica, a principios del siglo XX representada por Alice Guy, la primera mujer realizadora y, para muchos, adelantada en la dirección a Méliès, la mujer no ha dejado de mostrar su mirada del mundo, de la vida y de la muerte a través del cine.

Este mes de mayo, la Feria Internacional de Productos y Servicios Funerarios, Funermostra acoge la muestra “Cine, Mujer y Muerte”, actividad del Festival Nacional de Cortometrajes, Visualízame, Audiovisual & Mujer, organizado por la Fundación Inquietarte. Esta primera muestra reúne los cortometrajes que han participado en las dos primeras ediciones del festival y cuyo contenido está relacionado con la muerte y con las formas de entenderla y asumirla.

Catorce cortometrajes dirigidos por jóvenes realizadoras españolas que nos muestran la muerte desde distintas perspectivas, con humor, ironía, esperanza y autocrítica.  La realizadora vasca Itziar Irizar y la madrileña Ainhoa Menéndez ironizan con el trato y desapego de la sociedad con sus mayores. Irizar en Eta amama? (¿Y la abuela?, 2011) nos hace partícipes del intento de abandono del cadáver de “la abuela” en una estación de servicio, un final lamentable para la matriarca. Mientras Menéndez, en Unfarewell (2012) recrea una comunidad de fanáticos que obligan a sus mayores a suicidarse en la horca cuando llegan a la edad, considerada inútil, por consenso popular.

La muerte como el principio de una nueva vida y el inicio de un viaje interior para quienes la sobreviven es la visión que trasladan Elisa Cepedal en Ay pena (2011), Arantxa Echevarría en Panchito (2010) y Suniti María Jurado en De El Retiro a Sol (2012). En el primer cortometraje, una chica da un giro beneficioso y radical a su vida tras la muerte de su madre, asumiendo el rol que ésta ocupaba en la sociedad de su pueblo natal. En el segundo, un inmigrante sin papeles se arriesga a perder el trabajo por ayudar al traslado de unos órganos que han de ser trasplantados y, en el tercero, una doctora de vacaciones en Madrid, se ve forzada a asistir a la defunción de un paseante en El Retiro y a un parto en la Puerta del Sol, acontecimientos que la forzarán a replantearse algunas de sus actitudes y principios.

La posibilidad del suicidio como opción también tiene cabida en la selección de cortometrajes seleccionados para la muestra “Cine, Mujer y Muerte”, Banuatu o la felicidad (2012) de Rafa Piqueras con guion de Rebeca Valls reúne a cuatro personajes femeninos que se plantean, de modo colectivo y en dos momentos vitales muy diferentes, la alternativa del suicidio. La distancia emocional y temporal entre ambos momentos marcará las distintas reacciones de las protagonistas.

La muerte es el principio y el final de la historia de amor contada por Marina Seresesky en El Cortejo (2010). Entre un sepulturero y una viuda surgen una atracción y una complicidad durante las visitas de ésta a la tumba de su difunto marido, sin embargo, la muerte de ella acaba con este pequeño brote de felicidad antes de que la primavera pueda llegar a los corazones de los solitarios protagonistas.

La inutilidad de las muertes que se cobran los conflictos bélicos y la inutilidad de la agonía de una enfermedad terminal son los argumentos de El ingenio (2011) de Rosario F. Yubero y de la cinta de animación Ámar (2010) de Isabel Herguera. El ingenio se basa en la vida real del caricaturista almeriense, Pepe Rull, que falleció en 1940 víctima de la represión franquista, mientras que Ámar cuenta el regreso de una joven, Inés, a su país de origen en Oriente para pasar junto a su amigo Àmar los últimos días de la vida de éste y tratar de recuperar paraísos perdidos mediante la lectura de un cuaderno de viajes.

Las leyendas urbanas, fuente recurrente de argumentos para el cine, inspira la cinta catalana de animación, Les bessones del Carrer de Ponent (Las gemelas de la calle Poniente, 2010) de Marc Riba y Anna Solanas. La historia de dos gemelas asesinas de niños y antropófagas. 

En el modo en el que se afronta la muerte de un ser querido uno de los factores que más influye es el modo en el que éste haya fallecido. Las dificultades de aceptación de la pérdida, cuando la vida que ya no es ha sido arrebatada de un modo violento y gratuito, es el caso que se relata en la cinta Listo para hablar (2011) de Ángeles Reiné que escoge como protagonistas a familiares de víctimas de un tiroteo perpetrado en un colegio, el marido de una de las profesoras fallecidas y la madre de una de las víctimas. De un modo menos dramático, afrontan la muerte del inquilino del 5ºB. Esc. Dcha. (2011) de María Adánez, sus hijas y esposa, quienes se verán obligadas, a causa de los remordimientos por haber contribuido a la soledad en la que murió el padre, a cumplir su original y última voluntad a la hora de esparcir sus cenizas.
Los dos últimos cortometrajes miran la muerte con una mirada atenta a la posibilidad de fenómenos paranormales y dispuesta a recuperar las tradiciones sustentadoras del realismo mágico. Encounter (2010) de Nayra y Javier Sanz Fuentes es la historia del “encuentro” de una mujer con su muerte antes de que ésta suceda pero sin que esa visión premonitoria la ayude a evitarla. Y Conversa cunha muller morta (2011) de Sonia Méndez muestra el encuentro de una particular pareja, una mujer asesinada por su marido y éste, una vez que él sale de prisión y regresa al hogar familiar en el que tuvo lugar el crimen para ser juzgado por su víctima.

Catorce historias, catorce miradas de mujer ante la muerte y el dolor que ésta supone para quienes son sabedores de que van a perder la vida en el instante en el que transcurre su último momento, para los autores del crimen cuando la muerte lo es y para quienes han de superar la pérdida de un ser querido y la herida emocional que ésta supone, herida cuyas cicatrices invisibles los marcarán para el resto de sus días, de un modo u otro.


[i] ARTHUR SCHOPENHAUER, El amor, las mujeres y la muerte. Edaf: Madrid, 1993. Pág 105.
2 Íbid., pág 87.