Adiós - Enero 2013
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AMOR, MIEDO
Y SACRIFICIOS, MÁS INVIERNO DE CINE
La muerte como instrumento, como medio y como
última salida para recuperar, defender y aliviar un objeto de fe o de amor, es
el argumento en el que se apoyan dos de las propuestas cinematográficas que se
estrenan este mes de enero y una exitosa cinta española que llegaba a la
cartelera a finales de 2012. Dos dramas,
Amour, (Amor, Michael Haneke, 2012) y Le
chevaux de Dieu (Los caballos de Dios,
Nabil Ayouch, 2012) y un thriller El
cuerpo (Oriol Paulo, 2012) con historias sobre la imposibilidad de detener
el tiempo, de frenar el dolor de la persona amada, de escapar del miedo a
perderla y de negarse a la llamada del sacrificio.
El Amor y el
acoso a la resistencia
El director austriaco, Michael Haneke, ha firmado a
sus 70 años una obra que lo reconcilia con el público mayoritario que, en su
día, se vio agredido por la brusquedad de títulos como Funny Games (1997 y 2007) o La
pianista (2001), se trata de Amour
(2012). Amor es la experiencia de una
pareja de profesores de música jubilados, George y Anne, que verán puesto a
prueba su amor a raíz de una accidente por el que ella pierde la movilidad en
la mitad de su cuerpo.
La pareja, de clase acomodada y culta, está
interpretada por los veteranos Jean Louis Tringtignant (Tres colores: Rojo, Kieslowski, 1994) y Emmanuelle Riva (Hiroshima mon amour, Alain Resnais,
1959) vive en un lujoso apartamento parisino, entre libros y música,
compartiendo una plácida convivencia en la que se prolonga el amor que se han
profesado toda la vida. Un día, ella sufre un accidente cuya secuela, la parálisis de la mitad
derecha de su cuerpo, marcará el punto de caída, casi libre, de su convivencia,
de su proyecto de vida y de su amor.
Haneke que asegura pensar en la mortalidad todos los
días sin que tenga que recordársela ninguna película, ha querido ahondar en la
tempestad de sentimientos que se liberan cuando uno se enfrenta no al dolor del
otro si no a su inminente pérdida, acompañada de un distanciamiento en vida que
puede conducir a ver morir al compañero, con el amor que costó años mantener,
ahora dañado y desgastado.
La película pone a prueba el amor de los
personajes, sobre todo el de George que asiste impotente a la debilitación y el
marchitar de su compañera de viaje. Las emociones encontradas que llega a
sentir pondrán a prueba su paciencia y su capacidad de resistencia. El
contrapunto a ambos es su hija, Eva, encarnada por la actriz Isabel Huppert,
enojada con ambos progenitores, con la madre y lo que ella cree que es una negativa
a luchar por sobrevivir y con el padre por intentar evitarle el dolor ocultando
los más íntimos detalles del sufrimiento materno y evitando, en lo posible,
hablar de un final que se niega a aceptar.
Una historia de un amor que pone a prueba a sus dueños
en el momento en el que sus fuerzas morales y físicas menos pueden
acompañarles, sin caer en la sensiblería calculada.
El
sacrificio por la causa de un dios
En la 57ª edición de la Semana Internacional de
Cine de Valladolid (SEMINCI), la cinta Le
chevaux de Dieu (Los caballos de Dios),
de Nabil Ayouch se alzaba con la Espiga de Oro al mejor largometraje. Jurado,
crítica y público coincidían en aplaudir la película del director francés, una
dramatización libre de los atentados que tuvieron lugar en Casablanca en mayo
de 2003.
El barrio de chabolas de Casablanca, Sidi Mounen,
es el origen. Allí viven dos niños Yashin y Hamid con sus padres. El primero,
portero de un equipo de fútbol infantil, y el segundo su más ferviente defensor
con unos brotes de ira que le permiten granjearse el miedo de los más jóvenes
de Sidi Mounen. Ayouch se apoya en
hechos históricos, como la muerte de rey Hassam y el atentado de Casablanca
para que sean ellos los detonantes de los cambios en las vidas de unos jóvenes
protagonistas que se encaminan hacia un destino apocalíptico y cruel.
Hamid va a parar a la cárcel donde permanecerá tres
años durante los cuales será el pequeño, Yashin, quien sacará adelante a su
familia trabajando en un puesto de frutas y en un taller mecánico. A su salida de prisión, Hamid se presenta a la
familia cambiado totalmente, su ira ha desaparecido y en su lugar manifiesta
una religiosidad extrema que lo hará integrarse en un grupo de rezo al que,
posteriormente, también se sumará el hermano menor.
El imán, Abou Zoubeir, demuestra una preferencia
por el menor de los hermanos y éste acabará por llevar su religiosidad a unos
límites que superan los de Hamid, al asumir la idea de del martirio para salvar
el Islam e incluso a anhelarlo. Abou Zoubeir lo declara elegido y llamado al
sacrificio y lo nombra responsable del grupo que habría de perpetrar los
atentados, encargándose él mismo del entrenamiento espiritual y militar de
dicho grupo.
El acercamiento a la idea de sacrificio y su deseo por
parte del menor de los hermanos contrasta con los intentos del mayor para
hacerle desistir de un suicidio semejante.
La serenidad de Ayouch al acercarse a este
sentimiento de religioso y sus funestas consecuencias son ya una característica de este comprometido
cineasta que en 1999 fundó Ali N’ Productions para ayudar a jóvenes directores,
en 2002 puso en marcha el colectivo GARO, en 2003 la Coalición Marroquí de
Diversidad Cultural y en 2006 el proyecto MEDA, a través del cual ayuda a
guionista y directores de la cuenca mediterránea.
El cuerpo
como prueba de muerte
Después de 10 años como guionista y tras el éxito
de Los ojos de Julia (Guillem
Morales, 2010) coescrita por él, Oriol Paulo dirigía en 2012 su primer
largometraje El cuerpo, protagonizado
por Belén Rueda, José Coronado, Hugo Silva y Aura Garrido. Solo dos
cortometrajes, McGuffin y El foro, además de una miniserie para TV,
Ecos, y el realizador catalán se lanzó
a la aventura de dirigir una película escrita por él y con la que rinde
homenaje tanto a los thrillers ochenteros como a los más clásicos títulos del
Cine Negro de los años 50.
Comenzar a cultivar su imaginación y su mirada con
las novelas de Agatha Christie (1890 –
1976) y las películas de Alfred Hitchcock
(1899 – 1980) le ha valido para encarar este
primer largometraje en el que, a la intriga y al terror, se suma el
humor negro aunque para identificarlo, según él mismo explica, haya que verse
la película varias veces.
Belén Rueda
da vida a Mayka Villaverde, una mujer atractiva, fuerte, controladora y exitosa
con una sola debilidad, su marido, Alex Ulloa (Hugo Silva). La muerte de Mayka
podía tratarse de una más salvo por el hecho de que su cuerpo desaparece del
depósito en una noche cinematográficamente tormentosa. Jaime Peña (José
Coronado) es el detective encargado de investigar la desaparición del cuerpo y
Carla (Aura Garrido) es el vértice de un triángulo que comparte con el
matrimonio protagonista.
Oriol Paulo
somete a sus personajes a un juego de mentiras y verdades en el que todos van a
utilizar lo peor y lo mejor de sí mismos para quedar indemnes unos, y
triunfantes o vengados otros antes del alba.
El peso del
guion, la buena dirección y las estupendas interpretaciones permitieron que El cuerpo se estrenara en diciembre
después de haber obtenido el primer
premio en el Festival Internacional de Cine Fantástico de París y haber sido la
cinta catalana responsable de inaugurar
la 45 edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Sitges.